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Simone Biles, a propósito del talento y la empresa

Tiempo de lectura: 4

Simone Biles, a propósito del talento y la empresa

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Hace mucho tiempo cuando nuestro equipo estaba inmerso en la Psicología Deportiva, tan desautorizada antes y ahora (desde luego, poco ha cambiado la situación), repetía de manera cansina que el rendimiento de un deportista está vinculado al esfuerzo y la dedicación. De forma natural no se puede poner en marcha el talento; es necesario preparar las habilidades que necesita para hacerlo aparecer y tener el suficiente control mental para que esa aparición sea exitosa y equilibrada.

El caso de Simone Biles me sirve, después de tantos años, para demostrar lo que he comentado antes: olvídate del rendimiento en tu negocio, en tu deporte, en tu vida o donde quieras retarte, si no tienes la capacidad de dedicarte y esforzarte y, además, de hacerlo con todo el sentido y el equilibrio del mundo, evitando sobreexplotar aquello que te hace ser diferente y posicionarte como candidato a tener los mejores resultados.

chica haciendo deporte en un momento de concentración

“En el talento, el esfuerzo y la dedicación
son innegociables”.

La concentración del talento.

Concentrar talento y que este aparezca no es tarea fácil. El talento nace porque le gusta lo que hace, porque disfruta del entorno en el que está, porque no tiene reglas para brotar en todas las direcciones que considere oportunas.

Necesita de esa fluidez, de esa naturalidad, de estar libre para volar por el contexto en el que está en cada momento. Biles, lo que necesitaba es que la dejaran hacer lo que más quería, incluso cuando podía ser peligroso para su integridad. Sin embargo, la han “exigido” desde tantas posiciones diferentes que al final, no la han dejado seguir fluyendo.

Concentrar talento para limitarlo, para decirle qué tiene que hacer y para no escucharlo, lo único que provoca es una pérdida de impacto en el rendimiento y en los resultados que puede conseguir.

Se rompe su timing natural de producción y deja de aportar de forma espontánea a los retos que tiene que afrontar. Eso provoca que se aburra, que no quiera seguir, que se agobie, que no tenga ilusión por dedicarse y esforzarse.

Si solo consigues activar el talento de tu profesional o de tu equipo, entonces sólo estás activando un 25% del rendimiento que pueden conseguir y activando un 75% de su motivación por dejar lo que sea que están haciendo.

“El talento solo tiene impacto si lo dejas fluir
en el entorno donde tiene que aparecer”.

Habilidades para facilitar el talento.

Si eres capaz de mantener ese acompañamiento eficaz y eficiente que necesita el talento para desarrollarse, llegará un momento donde tendrás que trabajar en las habilidades para mantenerlo vivo.

El talento necesita “sobrevivir” y sin unas skills preparadas y entrenadas, eso es imposible. Las habilidades entrenadas son la fuente de energía del talento, le ofrecen la base que necesita para impulsarse y saltar todo lo lejos que pueda, cada vez que se activa. Sin ellas, le falta impulso.

Y sin ese impulso, se pierde en la carrera y se limita en el tiempo. No se sabe orientar bien y se desgasta muchísimo intentando encontrar el camino hacia su necesidad de rendimiento y resultados. Ese desgaste hace que se acorte, excesivamente, el tiempo de vida de ese talento y lo obliga a cambiar de ambiente de rendimiento, o incluso, a abandonar aquello para lo que sí está preparado y donde marca la diferencia.

joven deportista atándose las zapatillas en running

“Para marcar la diferencia necesitamos un talento
rodeado de skills bien entrenadas”.

Lo mental existe y marca al talento.

La parte mental es la última de las necesidades del talento. Si tiene que fluir, si tiene que abastecerse de habilidades, también tiene que estar fuerte mentalmente. El talento tiene un coste mental bajo: lo que nos cuesta muchísimo a los demás, el talento lo tiene automatizado y ahorra muchísima energía en su ejecución.

Y para que ese automatismo siga “en forma” necesita de un trabajo mental basado en comportamientos de rendimiento, análisis de resultados y toma de decisiones, de forma constante. La fuerza de la mentalidad del talento está íntimamente relacionada con la objetividad de sus resultados.

El trabajo mental de saberse fuerte, de tener clara la estrategia en la que tiene que aparecer, de conocer la forma de trabajar y la manera de desempeñar sus tareas, es la base del entrenamiento mental necesario que requiere el talento.

Cuando no lo tiene, está demasiado expuesto a las expectativas, a los elogios, a la efervescencia del entorno donde tiene que rendir, a la gestión y a los protocolos… Y eso, le hace perder su resiliencia; básicamente, su capacidad de tolerar el resultado y mejorarlo.

“Las dosis de realidad modulan
 la eficacia del talento”.

El talento deportivo es talento empresarial.

Con todo lo anterior, puedes tener claro que el talento que hay en tu empresa no está libre de lo que le ha ocurrido a Simone Biles.

No hay diferencia entre uno y otro. En el deporte, se lleva años trabajando con el talento de los equipos y profesionales, entrenándolo y preparándolo. En la empresa, el talento no tiene este trabajo detrás, por eso el talento de la empresa rota más y se pierde de un proyecto a otro, buscando cada vez más nuevas empresas donde poder aparecer (es más una cuestión motivacional que generacional).

Es en el mundo del deporte y se dan estos casos como el de Simon Biles, con todo el trabajo objetivo que hay detrás. Imagina en tus equipos y profesionales, donde lo más destacado de los últimos años que hemos conseguido hacer con el talento es aprender que tenemos que fidelizarlo para retenerlo; la realidad es que al talento solo se retiene el mismo y nuestro papel es rotarlo y aprovecharlo cuando esté vinculado a nuestros retos empresariales. Que se marche no es un problema, el problema es que no quiera volver nunca más

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