Eduardo Prieto Iglesias
Deportista proactivo de élite, con sólida formación en toma de decisiones bajo presión y gestión de equipos de alto rendimiento.
Apasionado por desarrollar mi carrera en entornos multiculturales y multidisciplinarios, entiendo que vivimos en un mundo “sin fronteras”, donde los clientes, los competidores, los mercados y, de hecho, las oportunidades están en todo el mundo.
Con la firme creencia de que una sólida formación es la clave para el futuro, y la herramienta de mayor valor que puedo tener para alcanzar las metas y proyectos que debo crear cada día en un mundo VUCA, la educación continua, el esfuerzo y el compromiso es innegociable.
Readaptación al mundo laboral después del deporte de élite
Todos los que en algún momento de nuestras vidas hemos tenido la enorme fortuna de dedicarnos al deporte profesional, irremediablemente en algún momento nos hemos puesto “frente al espejo” y nos hemos preguntado… ¿y luego qué?, ¿Cómo voy a realizar mi readaptación al mundo laboral después del deporte de élite?, ¿estaré a la altura de las demandas tan cambiantes del mundo laboral?, ¿habiéndome dedicado en cuerpo y alma a mi profesión de deportista, está el mercado laboral preparado para acogerme con garantías?
Y es ahí, en ese proceso de reflexión, es cuando a uno le toca hacer un análisis profundo de todas aquellas cualidades y competencias que ha podido ir adquiriendo y, por tanto, que va a poder ofrecer en su nueva etapa. Y es en ese análisis pormenorizado, uno toma perspectiva del ecosistema deportivo donde le ha tocado desarrollarse, y empieza a ponerlo en valor.
Generación de habilidades más allá del mundo deportivo
Sin lugar a dudas, los retos deportivos a los que los profesionales nos hemos tenido que enfrentar en nuestra etapa en activo, trascienden mucho más allá de los meros resultados objetivos cosechados en la misma.
La preparación requerida para poder enfrentarnos con garantías a unos desafíos predominantemente emocionales (más allá del propio “performance” de la modalidad deportiva en la que uno se desenvuelva) ha hecho que seamos capaces de haber desarrollado unas capacidades que, no sólo hubiese sido más complejo haberlas desarrollado en escenarios no deportivos, sino que tienen un perfecto encaje en cualquier reto profesional no deportivo, aportando talento en escenarios empresariales y generando ventajas competitivas en su aplicación.
Generación de Propósito.
Esta cualidad va mucho más allá de una mera misión. Los deportistas profesionales no lo hemos sido por el mero hecho de simplemente desear llegar a la élite. Es el hecho de haber alineado todo tu entorno y tu vida en torno a un propósito determinado, asumiendo los peajes inherentes a los sacrificios exigidos y, creyendo todos los días de tu vida, que no habría opción de dejar algo al azar para poder alcanzarlo. Es vivir permanentemente con la determinación y la firme creencia de que la meta podría llegar, que el camino iba a ser arduo, pero que sólo el hecho de intentarlo merecía la pena. El propósito se convierte en un mantra que modela todas tus acciones en la misma dirección.
Resiliencia.
Llegar al deporte de élite contempla una dificultad máxima debido a la enorme competencia y las grandes exigencias de la competición. Si hay algo que puede definir al deportista profesional es su espíritu de lucha, de sacrificio, y una enorme capacidad de generar aprendizajes y crecimiento a partir de dificultades.
Creación y gestión de equipos de alto rendimiento.
Es absolutamente imposible poder llegar y mantenerte en la élite sin la conjunción de diferentes “actores” que, de una u otra forma, te influyen, te ayudan o te propician un escenario favorable de colaboración donde puedas crecer. Alrededor de todo deportista profesional siempre se genera un equipo de alto rendimiento (entrenadores, mentores, compañeros, rivales, equipo médico, entorno social…) que, no sólo es fundamental para poder hacer llegar al deportista sino imprescindible para su óptimo desarrollo. El saber gestionar estos equipos de alto rendimiento es una máxima indispensable en cualquier éxito deportivo.
Valores.
No he conocido a ningún deportista profesional en el que no haya prevalecido siempre unos valores en los que sostener su actividad. Si el deporte es uno de los mayores generadores y precursores de valores sociales, en el camino a la élite es absolutamente necesario el tener perfectamente asentados unos ideales que, de forma transversal al desarrollo deportivo, “sustenten” las creencias del individuo, dándole sentido emocional a su actividad (búsqueda de mejora continua, aprendizaje continuo, búsqueda de la excelencia, capacidad de sacrificio, espíritu competitivo…).
Resistencia al estrés y capacidad de toma de decisiones estratégicas.
Si hay algo que hemos normalizado los deportistas de élite es la toma de decisiones bajo circunstancias de alto estrés. Precisamente (pese a que a priori pueda parecer que lo importante es el “performance” directo; la perfecta ejecución de lo entrenado) el saber desenvolverse en la alta competición trata exactamente de eso; de saber gestionar emocionalmente todo el estrés que cualquier competición profesional conlleva de forma inherente, tomando en cada momento (bajo ese paraguas de presión), las mejores y más inteligentes decisiones. Eso es el verdadero “truco” de la alta competición. Y eso es a lo que, durante muchos años, los deportistas profesionales nos hemos dedicado y habituado.
Y es, después de ver eso delante de ese “espejo imaginario”, cuando cualquier deportista observa con orgullo todo ese bagaje que tantos años de competición le han dado. Sin duda, con la tranquilidad de que, extrapolado al mundo empresarial, vamos a poder generar enorme valor añadido a cualquier organización o estructura empresarial.
En un entorno social tan cambiante, tan incierto, tan volátil, tan complejo…sin duda, la marca personal de un atleta de élite es, siempre, sinónimo de garantía y éxito…
¿probamos a trabajar con un deportista profesional?
Eduardo Prieto Iglesias Ex-árbitro de fútbol de Primera División
Árbitro profesional de VAR