Estamos en un momento de cambio, obligado. No podemos seguir pretendiendo, ni producir, ni ofrecer servicios, ni funcionar, como veníamos haciendo. No es una frase apocalíptica, es una realidad: se ha terminado el modelo de funcionamiento que veníamos utilizando.
No importa el sector empresarial en el que nos ubiquemos, porque todos nuestros clientes están encontrándose con una realidad que antes no tenían tan clara y, ahora, esta se ha convertido en el espacio real de funcionamiento de sus negocios. Y les ha servido igual, a quienes la intuían, que a quienes la ignoraban.
Incertidumbre
Esa es la frase que más hemos escuchado estas últimas semanas con nuestros clientes. Y, claro, es una palabra que desestabiliza el rendimiento. Porque cuando no se tiene algo claro, lo primero es protegerse. Al hacerlo, al no enfrentar esa incertidumbre con decisiones, lo que hacemos es no conseguir avanzar y seguir tomando decisiones de seguridad, que si bien son necesarias (control del gasto, ajustes de personal, reorganización de servicios, reestructuración de bienes…), pueden dejarnos fuera del camino que es necesario seguir para poder navegar por la situación actual.
La incertidumbre en los negocios, como en otros ámbitos de la vida, se afronta decidiendo y asumiendo, el ensayo y error, al que vamos a estar sometidos. No queda otra. La velocidad de los acontecimientos, unido a que estos son cortos y frecuentes en el tiempo, es la “marca” de esta situación.
No sabemos si mantener a nuestro equipo en teletrabajo o volver a las acciones presenciales. Dudamos de si podemos cerrar propuestas online con nuestros clientes, sin tener que visitarlos. Entendemos, más que nunca, que tenemos que reajustar nuestros procesos de trabajo para que produzcan rendimiento y no estemos, continuamente, recortando el factor económico y operativo de nuestras empresas, como única vía de supervivencia; pero, nos cuesta un mundo ponernos a ello. Necesitamos dotar a nuestros equipos de formación y estamos dudando de que si en la “situación online” en la que se encuentran, pueden realizarla. Las estrategias duran ya, lo que dura un abrir y cerrar de ojos; nunca hemos tenido que crearlas tan rápidas y reformularlas, nuevamente, en tampoco tiempo.
Conciencia y puesta en marcha
De todo lo anterior, y mucho más, tenemos que ser conscientes. Los negocios no van a dar señales de “por dónde se puede tirar”. La demanda, que procede de los clientes, se ha vuelto, altamente, dinámica y volátil. Los clientes, hoy valoran una cosa y mañana otra. Antes, donde había “mucha gente” era signo de algo bueno, ahora, todo lo contrario. La higiene, la salud, el grupo social, el consumo inteligente, el impacto sobre el medio ambiente… Todo esto va a cambiar el modelo económico, poco a poco.
No hay política que sea capaz de acotar todos estos cambios. No hay concepto económico que sea capaz de resolver la situación. Todo tendrá que adaptarse y acomodarse, conforme se vaya aplicando a la “nueva realidad”. Esa, que nos obliga, sí o sí, a mirar desde otra perspectiva lo que veníamos haciendo con nuestros negocios.
Necesitaremos ser mucho más profesionales, en todos los sentidos, si queremos conseguir rendimiento en nuestra actividad empresarial. Ya no vale pegarnos a nuestra experiencia de años atrás, porque los cambios son tan números, rápidos y frecuentes, que nos quedamos sin comparaciones. Hay que ser eficaces y eficientes, ahora, de verdad, y no de palabra.
Y tenemos que apoyarnos mucho en nuestros equipos. Pero con sinceridad, no por moda. Antes, lo hemos hecho y dicho, porque era lo que se estilaba, seamos sinceros. Ahora, no podemos hacerlo con esa falta de compromiso real. No podemos afrontar una remontada de nuestros negocios con nuestras cabezas pensantes. Tenemos que impulsar a los equipos para que tomen la iniciativa y las decisiones estratégicas que sean necesarias. Hay que estar a su lado, porque tienen información de primera mano, rápida y “fresca”; la que marca la diferencia ente el éxito o el fracaso de una estrategia.
Asumir y seguir peleando
Y, durante esa puesta en marcha, durante la toma de decisiones con incertidumbre, durante el esfuerzo de nuestros equipos por intentar atinar y minimizar las pérdidas, perderemos. En este tipo de entornos, siempre se pierde algo para ganar otra cosa. Seguramente, perderemos la forma de trabajo anterior, la manera de entender el negocio, los hábitos que nos venían diferenciando; incluso, puede que hasta tengamos que rehacer nuestra cultura, nuestra misión, nuestra visión, nuestros valores.
Todo ello, unido a que pararnos en decisiones basadas en la austeridad, no va a solucionar nada. Solo nos dan aire para ahogarnos más lentamente. Hay que decidir sin parar sobre nuestro negocio, sobre cómo reorientarlo aunque sea el negocio más tradicional del mundo. Tenemos que darle la vuelta. Estamos obligados a conseguir ser diferentes cuando antes, era impensable serlo. Las verdades absolutas sobre nuestros negocios ya no tienen cabida en un entorno donde tenemos que cambiar y mudar la piel, tantas veces como sea necesario para seguir teniendo resultados. De hecho será la constante.
Si nos cansamos de hacerlo, dejaremos de facturar, estaremos abocados a los recortes, a las estrategias de contención del gasto, a los repliegues, a la suerte de que la demanda se alinee con nuestro sector, a la providencia de que los clientes se pongan de nuestro lado. Es demasiado riesgo. Estamos convencidos de que es mejor decidir y equivocarse, para volver a decidir, una y otra vez, con la idea de seguir ampliando el margen de éxito de nuestros negocios. Como decía unos de nuestros clientes estos días: “mejor seguir latiendo con nuestros negocios que enterrarlos por esperar a que se normalice de nuevo todo”. Esta vez, estamos convencidos de que no será así. Los cambios, han llegado para quedarse y, lo más importante, para seguir cambiando.