Que la comunicación llegue a todo nuestro equipo, ya no es suficiente. No nos sirve, únicamente, tener comunicación. Tiene que llegar “en tiempo y en forma”. Durante los entrenamientos deportivos una de las premisas claves cuando se está trabajando es la comunicación constante, y de precisión. Es una comunicación que sirve para tomar decisiones sobre la “estrategia de entrenamiento” y durante el momento de la ejecución. No hay nada más “decisivo”.
Tenemos que ser conscientes de esta importancia también en el mundo de la empresa. Se habla de la comunicación con demasiada “ligereza” y no es bueno. La comunicación interna va más allá de que “llegue” a todos los rincones de un organigrama. Si llega y no es para repercutir en las decisiones que se toman, no tiene valor. Ni si quiera el informativo. ¿De qué nos sirve comunicar, cuando comunicar es solo conocer, y no actuar?
La comunicación tiene que llegar, de verdad.
En la alta competición deportiva, en la tensión de los momentos decisivos, la comunicación genera opciones de decisión. Cuando el sudor está corriendo por la cara de los deportistas y la condición física se ahoga en pulsaciones a mil por horas, es cuando la capacidad de pensar necesita de decisiones precisas y compartidas. Sin una comunicación adecuada es imposible intercambiar mensajes para decidir estratégicamente.
En las empresas tenemos, igualmente, estos “momentos de comunicación”. Necesitamos que la comunicación impulse, tanto a nosotros como a nuestros equipos. Que nos llegue y nos movilice hacia nuestros flujos de trabajo. Que los active con eficacia y eficiencia. Nuestros equipos y nosotros mismos ya tenemos suficiente carga de trabajo, como para recibir una comunicación “vacía” de significado estratégico.
Y, cuando llega, se comparte.
Cuando la comunicación llega se tiene que compartir entre todos lo miembros implicados. ¿De qué sirve que unos la reciban, o la tengan, y otros no? No es una cuestión de transparencia (concepto muy de moda en estos tiempos), es una cuestión de supervivencia. Sí, supervivencia. Si la comunicación cae en un boquete, en el boquete se queda. Si la comunicación no se comparte, incluso, cuando se piensa que igual no hay que compartirla, entonces, casi mejor no hacer el esfuerzo por hacerla llegar.
Nunca podríamos imaginar, que la comunicación que un entrenador de baloncesto, dentro de un vestuario deportivo, está teniendo con el base (una posición dentro del esquema de juego de este deporte) no le interesara al alero (otra posición, diferente de la anterior). Es más, el entrenador está pendiente de que sí sea interesante para ambos, aunque, este orientada hacia uno de ellos. Porque compartir esa comunicación no es solo escucharla y pasarla de “mano en mano”, sino que es la base de la coordinación que necesita ese equipo a la hora de ejecutar su estrategia de juego. Ni más, ni menos.
Fluyendo, sin interferencias.
Si tiene que llegar y ser compartida, más vale que sea fluida. La comunicación que realiza un entrenador de tenis, durante los entrenamientos, mientras su jugador o jugadores están realizando series de golpes, no puede ser intermitente. Todo lo contrario, debe ser continuada en función de la necesidad del momento del trabajo que se está realizando. ¿A qué no podemos imaginar a un entrenador “profesional” en una sesión comunicando instrucciones y, al mismo tiempo, hablando por su Smartphone?
Tampoco podemos imaginar a un equipo de trabajo, en una empresa, compartiendo comunicación mientras están pendientes de los mensajes de su móvil. Ya, ya sé que eso ocurre. Y en el deporte aficionado, también. Así que, en la comparación está la respuesta de en qué se parece la comunicación de la empresa al deporte profesional. Nada es más urgente que la comunicación sin interferencias, porque lo que estamos haciendo es interrumpir la capacidad de ejecución de nuestros profesionales. Y, el ejemplo anterior del móvil, es solo para enfatizar esa importancia, pero hay más conductas verbales y no verbales que no dejan tampoco fluir esa comunicación: mirar a otro lado, interrumpir constantemente, revisar documentos, mirar el reloj, dar discursos en vez de comunicar con precisión….
En el momento y con precisión.
Por último, si llega, si se comparte, si fluye: tiene que ser en el momento adecuado y con precisión. Ya no vale, “después”. Nuestras empresas no se pueden permitir una comunicación a posteriori. Se muere su utilidad. No nos sirve de nada, ni para nada. El entorno empresarial se ha vuelto tan volátil como el entorno de competición deportiva de alto rendimiento, donde un plan, una estrategia, una táctica; tiene una duración inferior a cinco minutos. Lo que tarda el deportista, el equipo o el entrenador contrario, en leer lo que queremos hacer para superarles.
Los equipos en las empresas necesitan de comunicación instantánea que provoque una reacción de toma de decisiones precisas y en el momento clave. No se puede llegar tarde a la decisión por un retraso en la comunicación, porque “perdemos el tren” de la ejecución con precisión. Y esto, hoy día, ya sabemos que es bajar unas cuantas posiciones en nuestra capacidad competitiva.
Reflexiones.
- Si un entrenador necesita información, del momento y de precisión, durante los entrenamientos y la competición, cualquier profesional de la empresa necesita lo mismo.
- La información tiene que llegar y provocar decisiones porque si no, también, pierde su valor informativo.
- En la alta competición la comunicación sirve para decidir. En la empresa la comunicación tiene un papel similar: activarnos con eficacia y eficiencia.
- Si la comunicación no se comparte se reducen las posibilidades de supervivencia.
- Los entrenadores deportivos siempre procuran que la comunicación sirva para orientar y coordinar.
- La comunicación en el momento y con precisión, genera respuestas de “competición”.
- No se puede decidir tarde por culpa de la comunicación.
Si no fluye la comunicación, no fluye la ejecución.
Javier de Miguel, CEO MindCompanySport.