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Las personas generan resultados.

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Las personas generan resultados.

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Las personas generan resultados. Sí que lo hacen. No es una fantasía. Las personas generan un retorno económico en las organizaciones. Tenemos que empezar a ser muy conscientes ya, de una vez por todas, de este hecho que, además, es medible y observable.

Hay una realidad delante y no queremos verla. Seguimos perdidos en la necesidad de mantener a las personas en un estado de “felicidad” y “plenitud” profesional, cuando lo que tenemos que facilitarles es el camino hacia el éxito de la estrategia que, en cada momento, se esté desarrollando en nuestras organizaciones.

Cuando trabajamos con nuestros clientes, gran parte de nuestra tarea es recordarles que todo lo que están pensando en llevar a cabo en sus negocios, depende de sus profesionales. Que no pueden estar en todas partes, ni saber de todo. Que la decisión final depende y la toma una persona, aunque esta tenga las instrucciones claras y precisas de cómo actuar.

Personas y procedimientos.

Por mucho que definamos procedimientos de trabajo, si estos no están vinculados a nuestros profesionales, su influencia en el resultado final del negocio seguirá siendo similar a la del resto de competidores del mercado. Los resultados seguirán siendo un reflejo del modelo de negocio que hemos decidido y no del talento de nuestros equipos para llevarlo a cabo.

Ahí, es donde radica la diferencia. En el deporte profesional, son los deportistas y no sus entrenadores, los que vuelcan la balanza hacía el éxito o la derrota en la competición. Ellos, con sus decisiones sobre el terreno y durante el momento presente de la competición, llevan las estrategias y tácticas deportivas, al triunfo o al fracaso. El entrenador, ya realizó su trabajo. Puede puntualizar durante la competición, pero no puede cambiar la toma de decisiones de sus deportistas cuando están actuando. Puede guiarla en una parte, pero sigue habiendo otra, muy importante y decisiva, que está en sus manos y que corresponde, principalmente, al momento en el que están actuando.

Por eso, nuestro trabajo está volcado en conseguir que responsables y equipos, estén situados en la posición que sea dentro de los organigramas, entiendan que unos y otros son complementarios, necesarios e inseparables. Que no puede haber rendimiento sin ambas partes. Que cada decisión que tomamos afecta al equipo que consigue que las cosas ocurran. Por tanto, no es una cuestión de imponer sino de colaborar.

Necesitamos colaborar con los equipos.

Ahora, más que nunca, en una situación donde los profesionales tienen un margen de decisión más amplio sobre cómo y dónde quieren trabajar, el integrar esta forma de saber entender los modelos de negocio y los equipos en la cultura de la empresa, se hace más necesaria. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que hasta es una pieza clave para aquellas empresas que quieren conseguir consolidar su misión en el mercado.

Si queremos estabilidad empresarial, tenemos que fomentar la estabilidad en el equipo. Y, si queremos equipos estables, tenemos que dotarlos de vinculación con nuestras estrategias. No podemos encajarlos en los sistemas de trabajo como si fueran las piezas de un puzzle. Eso solo nos va a dar el resultado estándar del modelo de negocio que hayamos implantado. Y, con un resultado estándar, no hay garantía de éxito.

Solo podemos sobrevivir empresarialmente con adaptación y toma de decisiones, rápidas y eficaces. Y eso, solo lo pueden hacer los profesionales. Los que están en el día a día del caballo de batalla de nuestro sector. Los que tienen miles de horas de experiencia acumuladas en situaciones que les permiten discriminar, con detalle, qué pasa con la forma de trabajar que hemos decidido instaurar en nuestros negocios.

Si los perdemos a ellos, a los profesionales, perdemos la información de detalle. Esa que nos dice lo que pasa en el día a día, “a pie de campo” que diría un entrenador de fútbol. Ahí es dónde están las pistas del rendimiento y de la toma de decisiones eficaces. Y, de ahí, tenemos que extraer la información necesaria para combinarla con nuestras estrategias de negocio y con las formas de trabajo que permitirán poder implantarlas.

Con esta información de detalle, ajustamos mejor esas estrategias, nuestros procesos de trabajo, nuestros indicadores de resultado y comprometemos a nuestros equipos con las ideas que tenemos. Y todo ello, de una forma natural. Sin tener que imponer, ni forzar nada. Porque ellos tienen la realidad del día a día y los responsables la de las tendencias del sector. Mejor combinación ganadora, no existe.

Repartir la responsabilidad.

Pero hay que estar dispuesto a sentir que se está “perdiendo” control y liderazgo. Porque, en la realidad actual, el equipo pesa igual que un responsable y un desajuste en cualquiera de las dos partes, supone una bajada de rendimiento general. El entrenador no es el único responsable: es el entrenador y su equipo. Por tanto, tener el poder de liderar ya no es estar arriba de la pirámide organizativa, sino es estar en todas sus partes. Y, acompañados. Sí, acompañados.

Acompañados por nuestro equipo. Las canas y la soledad del poder ya no tienen sentido. Porque no pesa sobre uno solo la responsabilidad de tener rendimiento y tampoco, de decidir. Esa responsabilidad, pesa sobre todos y está presente en cada uno de los momentos donde tengamos que intervenir. Haciéndolo así, se gana en compenetración, en coordinación, en cohesión, en competitividad y en resultados, pero también se reparte el poder y control de las actividades claves del negocio.

Digamos que el éxito actual de una organización está en la capacidad de saber cómo repartir el control y el poder de decisión acumulado en los mandos para que este se distribuya en toda la cadena de producción o de ejecución de servicios, de forma controlada y medida, actuando más como una consciencia colectiva, como un equipo de equipos, que como profesionales guiados e influenciados por un líder.

En deporte profesional, los entrenadores, quieren conocer cómo funcionan sus jugadores y por eso entrenan junto a ellos. Reflexionan con ellos sobre lo que sucede en los entrenamientos y en la competición, para generar una identidad de equipo. Hablan con ellos, constantemente, sobre los hechos objetivos que están relacionados con el rendimiento y los resultados de sus acciones. Comparten las planificaciones del trabajo y la forma de orientarlo de cara a las competiciones claves. Refuerzan los comportamientos de equipo que generan resultados en las situaciones de competición y en los entrenamientos.

Si esto es lo que se hace en el deporte profesional y en la empresa estamos, constantemente, haciendo referencia a ello para mejorar el rendimiento de nuestros profesionales, deberíamos de preguntarnos a qué estamos esperando para hacerlo realidad en nuestros negocios. Máxime, en la situación actual de necesidad de rendimiento, adaptación y colaboración con nuestros equipos. Sin duda, hay que “ponerse las pilas” ya, porque lo que antes eran palabras y una posible “moda”, ahora es una realidad necesaria e incontestable.

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