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¿Cómo aplicar el rendimiento deportivo a la empresa?

Tiempo de lectura: 5

¿Cómo aplicar el rendimiento deportivo a la empresa?

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Son muchas las opciones que tenemos en el entorno empresarial para buscar rendimiento. Todas ellas merecen una atención y suman en la búsqueda de resultados. Todos los profesionales que están detrás de estas herramientas, quieren aportarnos y ayudarnos para que nuestros negocios sean más competitivos.

En nuestra firma no somos diferentes, al menos, en cuanto al objetivo final. Nuestro método viene a aportar ayuda a un entorno, que más que nunca, necesita un rendimiento rápido, dinámico y constante; un rendimiento diario.   

La pregunta, después de esta breve reflexión, es obvia: ¿Y por qué escogernos a nosotros? ¿Por qué un equipo de profesionales con orígenes deportivos puede aportar más que aquellos que nacieron dentro y para el rendimiento empresarial? Nuestra respuesta se “agarra” a un argumento histórico, que tiene valor, guste o no el mundo del deporte: el origen de las empresas se sustenta en comportamientos deportivos.

Ser competitivos en la empresa

Los primeros intercambios comerciales realizados por los Homo Sapiens ocurrieron por una necesidad de supervivencia. Los comportamientos que utilizaron para esos intercambios “comerciales” se “entrenaron” dentro de sus propios clanes, utilizando formas jugadas ya relacionadas con el deporte; un ejemplo claro, lo podemos ver en los aborígenes australianos. Estos, utilizaban actividades físico-deportivas para adquirir comportamientos de adaptación social dentro de su grupo; esos mismos comportamientos, fueron los que usaron cuando comenzaron a tener la necesidad adaptativa de interaccionar con otros clanes.

Lo que quiero decirte es que los negocios tienen como base empresarial los comportamientos de rendimiento deportivo: la forma de medirlos, entrenarlos y usarlos en la competición es lo que más impacto tiene en el rendimiento empresarial. Lo que aporta el deporte, no está relacionado tanto con los valores y las grandes hazañas del mundo deportivo. Esas son solo la punta de iceberg del rendimiento deportivo; la base es mucho más profunda y sólida.

“El origen de las empresas se sustenta
en comportamientos deportivos”.

El reto del deporte para la empresa

Desde esta idea el reto siempre ha estado en cómo introducir el mundo del deporte en la empresa. No me refiero a la actividad física en sí, que es algo más “cómoda” de hacer llegar a los profesionales de la empresa, principalmente, por su componente saludable; hablo del componente de rendimiento.

El rendimiento deportivo tiene mucho que aportar a la empresa más allá de los valores de sacrificio, trabajo en equipo, perseverancia, tolerancia al estrés o cualquiera de los que queramos inculcar. Si nuestros antepasados los utilizaban para la supervivencia, que no pueden conseguir nuestros profesionales si los ponen “a jugar” dentro del contexto de su trabajo diario.

La metodología deportiva usada dentro de la empresa lo que ajusta son los comportamientos profesionales y la forma de coordinarlos para que estos produzcan rendimiento. Independientemente del sector en el que desarrolles tu negocio, siempre tendrás unas tareas que realizar y que coordinar para conseguir resultados.

Esas tareas, para que ocurran, necesitan de comportamientos y de coordinación de estos con otros comportamientos. No importa el nivel de automatización que tenga tu sector, el comportamiento humano siempre va a estar presente, “haciendo” y “decidiendo”. Y, la metodología deportiva, domina ambas acciones de manera sobresaliente.

“No importa el nivel de automatización que tenga tu sector,
el comportamiento humano siempre va a estar presente, “haciendo” y “decidiendo”.

La necesidad de competir

Y luego, tienes la otra parte de tu negocio: los resultados. Como ocurre en el deporte y como hacían nuestros ancestros, la idea básica de tu empresa es la supervivencia con éxito. Es decir, una vez que consigues sobrevivir tienes que intentar estar siempre “luchando por las medallas”.

Cuando nuestros antepasados utilizaban los comportamientos que utilizaban en sus actividades fisico-deportivas para interaccionar con otros grupos y conseguir mejoras para los suyos, si esos comportamientos no estaban “afinados” la falta de confianza que les generaba hacía que su interacción fuese menos productiva. Cuanto menos productiva era, más problemas para conseguir mejoras, y avanzar como grupo en la carrera por la supervivencia. 

Productividad en el deporte y la empresa  

Pues, esto es lo que ocurre en nuestras empresas. Podemos conseguir “estar” en un sector pero eso no es garantía de sobrevivir. Quizás, hace poco tiempo atrás sí, pero hoy por hoy, no es una opción de supervivencia empresarial; y fíjate, en el deporte nunca lo ha sido, ni ahora, ni antes. La opción de los comportamientos deportivos siempre ha sido usarlos y perfeccionarlos para competir por alcanzar un mejor resultado.

Agudizar el ingenio empresarial

Lo que ocurre es que cuando conseguimos afinar esos comportamientos y su uso coordinado para rendir, la necesidad de mejorar resultados se vuelve permanente; al menos en el deporte, en la empresa no lo tengo tan claro.

En la empresa cuesta mucho movilizar los recursos para seguir mejorando cuando ya se tienen buenos resultados. Parece que no queremos “tocarlos” o que el “sacrificio” que supone movilizarlos nunca encuentra el momento empresarial adecuado. Solo cuando el rendimiento es una necesidad, movemos ficha.

Si eso fuera así, ni nuestros antepasados, ni los deportistas profesionales, podrían rendir. Unos no sobrevivirían, y los otros, no podrían mantenerse en la competición profesional. El motivo es que cada vez que nos volcamos en mejorar el rendimiento tenemos que hacer un nuevo esfuerzo por rendir.

Cada vez que queremos mejorar, tenemos que afinar más nuestra capacidad de acertar y minimizar, aún más, nuestros errores. Y es que, el rendimiento continuo exige un punto más de esfuerzo cada vez porque cada mejora cuesta más que la anterior. Y si esa mejora tiene un componente de dependencia fuera de nuestro control (como cuando mejoramos para ganar a nuestros competidores, los cuales también “juegan”), todavía cuesta aún más. 

Entonces, para agudizar ese rendimiento continuo, la metodología deportiva es una opción más que contrastada. Sus tres bases principales ayudan a permanecer en ese rendimiento continuado y productivo que necesitamos en nuestros negocios:

  • Medir. Con el análisis y la medición de nuestros resultados de negocio podemos definir estrategias y las formas de trabajo que necesitamos para ponerlas en marcha, al mismo tiempo que vamos evaluando su impacto en nuestras empresas.
  • Entrenar. Las formas de trabajo no se pueden “afinar” ni con la experiencia, ni con la definición de procesos. Hay que entrenar los comportamientos que nos permiten que una forma de trabajar tenga éxito. Esto significa que hay que ver en qué condiciones se usan los comportamientos que nos generan resultados, en qué momentos se aplican y cómo producen mejoras en los resultados de nuestros negocios. Tras este análisis, hay que repetirlos, repetirlos y repetirlos; y así, hasta que su uso nos informe de que se han convertido en un hábito.
  • Competir. Tenemos que afinar esos hábitos en la competición y coordinarlos con otros hábitos, lo que nosotros denominamos crear comportamientos de rendimiento productivos. Estos comportamientos, se ajustan cuando se utilizan para conseguir mejores resultados que nuestra competencia; básicamente, porque se ponen a prueba constantemente y sobre situaciones reales de rendimiento.

Necesidad de competir para obtener resultados

Esto es lo que ha hecho el Brentford y que tuvimos oportunidad de comentar con Héctor García Barnés en su artículo del El Confidencial, junto a José Luis Felipe y Juan Carlos Cubeiro. No es el único equipo que ha seguido la estela de Billy Beane de los  Oakland Athletics; un poco el responsable de este gen deportivo empresarial. Lo que es seguro, que no pocos negocios, en breve, comenzarán a utilizar esta metodología deportiva para conseguir optimizar su rendimiento.

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