La felicidad de nuestros profesionales es muy importante. Totalmente de acuerdo. Pero la felicidad no llega sola. Incluso teniendo un entorno bien preparado para que ésta surja, podemos encontrarnos con el efecto contrario: la comodidad.
El problema es que la línea que divide una y otra es muy fina. Tan fina, que podemos equivocarnos muy fácilmente. No seria la primera vez que invertimos en espacios “facilitadores” de felicidad para luego encontrar equipos felices pero acomodados.
Es cierto que lo primero que tiene que tener un equipo feliz es un entorno de trabajo gratificante. Es decir, que tenga a su disposición todos los recursos relevantes para realizar su trabajo. Si Rafa Nadal no tiene las raquetas, los cordajes, las camisetas, las pistas de entrenamiento y todo lo que podamos pensar que le es necesario para su rendimiento, obviamente no será feliz entrenando. Lo mismo pasa con nuestros equipos en la empresa. Tenemos que dotarlos de las condiciones y estructuras necesarias para que puedan estar pendientes únicamente de desarrollar su trabajo. Eso les generará felicidad y tranquilidad.
Pero si lo anterior ya lo tienen, lo más importante para no cruzar la línea que va de la felicidad a la comodidad es el estilo de dirección. No existe un estilo de dirección para hacer a los equipos felices. Se tiene que utilizar el estilo más adecuado para cada situación y esto implica que unas veces será mejor ser autoritario y otras será más idóneo delegar, o adoptar una aptitud participativa, o de acompañamiento, o consultiva, o cualquier otra modalidad descrita en los manuales de liderazgo.
Si entendemos que para tener equipos felices, tenemos que dirigir desde el refuerzo y el feedback continúo, junto con una comunicación constante, acabaremos cruzando la línea y acomodando al equipo. Sergio Scariolo, actual Seleccionador Nacional de Baloncesto, no siempre puede estar ofreciendo acompañamiento al equipo, en ocasiones, tiene que tomar un rol más directivo para poder generar resultados y esto no hace más infeliz al equipo. “Cholo” Simeone, uno de los entrenadores más utilizado como referencia de dirección de equipo por las escuelas de negocio, no tiene precisamente un estilo enfocado a la felicidad, al menos aparentemente. Sin embargo, sus jugadores están infinitamente más comprometidos y felices que muchos de los equipos empresariales que tienen un entorno envidiable de trabajo.
Y no es una cuestión salarial, porque en el deporte profesional las condiciones laborales son bárbaras pero las situaciones de sufrimiento en competición, junto al desgaste diario en los entrenamientos y vestuarios, también lo son. Es una cuestión de que la felicidad es clave para el rendimiento, pero el esfuerzo para conseguirla no se puede negociar. No va a llegar sola. La saltadora de altura Ruth Beitia no destaca precisamente por ser una profesional infeliz, sin embargo, ha vivido una retirada y vuelta a la competición, unido todo ello a una gran cantidad de resultados negativos en su carrera deportiva. Sin embargo, el éxito le ha llegado en su madurez, gracias a su esfuerzo por ser feliz en el atletismo.
No volvamos a cometer el error de posicionar una variable como eje del rendimiento humano, como seguimos haciendo con otras tendencias que están cerca de los RRHH. Las personas necesitan esfuerzo y resultados para ser felices. Los deportistas y equipos profesionales lo saben bien. Un equipo con un entorno no adecuado para la felicidad pero que trabaja duro, se suele convertir en el peor enemigo en competición para un equipo que tiene todo lo que se necesita para ser feliz y obtener rendimiento. De hecho, son los que más preocupan en una competición y los más felices celebrando los resultados.