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La falacia del: “Si hay buen clima conseguiremos los objetivos”

Tiempo de lectura: 3

La falacia del: “Si hay buen clima conseguiremos los objetivos”

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Uno de los esfuerzos que están haciendo las grandes corporaciones es intentar conseguir un clima laboral adecuado, tratando de conseguir unas relaciones personales satisfactorias entre los empleados. El razonamiento es que, si existe un buen clima laboral y los empleados se llevan bien, será más fácil conseguir los objetivos organizacionales. En principio esto tiene sentido. Lo que no está tan claro es si un clima laboral desajustado sea la causa de una baja productividad, o es más bien la consecuencia.

Invertir en recursos para conseguir una buena relación personal entre los profesionales, que serán más felices, y como consecuencia éstos serán más productivos, tiene algunos riesgos:

  • Invertir demasiados recursos en que un grupo de personas, que fueron unidas “accidentalmente” por desempeño profesional y no por afinidad personal, se lleven bien entre ellas.
  • Derivar recursos a un concepto difícilmente tangible como la felicidad, que no ocasiona resultados cuantificables.
  • Dejar el rendimiento en manos de la gran cantidad de variables incontrolables que influyen en las relaciones humanas, pudiendo irse al traste la productividad en cualquier momento. Un correo impulsivo o una invitación olvidada puede ser causa de roce y, por tanto, de pérdida de productividad.
  • Utilizar indicadores de felicidad incorrectos, ya que es perfectamente posible encontrarnos un empleado feliz (con una alta puntuación en los test de clima, pero que sea totalmente improductivo para su organización).

La selección española de fútbol se llevó en el último mundial de Brasil, un duro varapalo por anteponer el clima del equipo al rendimiento real, objetivo y actualizado de cada jugador seleccionado. El staff técnico pensó que llevar jugadores con gran afinidad personal y un pasado de éxito, serían motivos suficientes para rendir. El resultado ya lo conocemos y lo que aprendimos es que, tanto en el deporte como en la empresa, sólo llevarse bien no genera productividad. Más aún, el mal resultado provocó que salieran a la luz pequeñas rencillas (normales en todos los equipos) que, cuando los resultados acompañaban, estuvieron totalmente eclipsados.

Seguramente, lo que hubiera generado un mejor resultado hubiera sido analizar los parámetros de rendimiento de cada uno de los jugadores (pedidas de balón, km recorridos, minutos jugados…), así como evaluar su estado físico a final de temporada o planificar la preparación en un entorno similar al de la competición.

Sin embargo, lo ocurrido en Brasil, no es la norma en el mundo de la alta competición deportiva. Los jugadores están mentalmente preparados para rendir al lado de compañeros con los que no tienen una relación amistosa y ello no supone un impedimento para conseguir el objetivo general del equipo. Incluso, entrenadores conscientes de que los equipos se dulcifican y tienden a conformarse, potencian cierto grado de acritud para evitar que ocurra esto. Este parámetro fue el que dejo a un lado Vicente del Bosque, y no así el ya fallecido Luis Aragonés que rompió el “buen clima” que mantenía a la selección, dando prioridad al rendimiento y no a relaciones personales ya establecidas.

Existen numerosos ejemplos de parejas deportivas que nunca se llevaron bien: los campeones del mundo de pádel Martín Díaz y Belasteguín lo han ganado todo durante años en esta disciplina sin ser los mejores amigos fuera de las pistas. LeBront James y Kobe Bryant no son, ni mucho menos, considerados los más simpáticos y afables dentro de su equipo. La mala relación entre Casillas y Arbeloa no les impide ganar títulos juntos.

En nuestra firma, solemos de hablar de que: “…primero, generar rendimiento gracias a una estructura sólida y un equipo coordinado, a partir de cuál, se generará un entorno laboral adecuado. De lo contrario no tendremos entorno dónde rendir”.

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